Como en casa, en ningún sitio
Ismael Bermúdez
Comparte y expande el conocimiento y la reflexión
Si estás recibiendo leyendo esto es porque te interesa tu transformación personal, y entonces, deberías ser capaz de responderte con honestidad algunas preguntas.
Pero antes, permíteme que te cuente algo sobre lo bien que uno se siente en su casa y como esta satisfacción íntima tiene mucho que ver con la transformación personal y cuál es uno de sus principales obstáculos.
Cada vez que escucho la expresión “como en casa, en ningún sitio”, me acuerdo de mi madre. Nunca le ha gustado salir de su casa y las veces que lo ha hecho es porque no le quedaba más remedio, bien por temas familiares, bien porque mi padre, que le gustaba más viajar y conocer, le insistía, le insistía y le insistía.
En mi caso, yo lo veía muy diferente. Siempre me ha gustado salir y viajar. No recuerdo exactamente la edad en la que ya me imaginaba conociendo otros países e incluso viviendo un tiempo fuera de España.
Al final, se ha cumplido, claro, y he tenido la posibilidad de vivir en Chile y en Portugal, por ahora.
Lo curioso del caso es que estoy de acuerdo con mi madre, que como en casa, no se está en ningún sitio. Te da esa tranquilidad, esa “libertad” propia de tu espacio. No tienes que pedirle permiso a nadie y puedes hacer lo que te dé la gana.
Pero, ¿cómo es posible que esté de acuerdo con mi madre, cuando no podíamos ser más diferentes y opuestos en apariencia?
Ella ha vivido toda su vida en dos casas. Yo ya he perdido la cuenta. (Es intencional, porque cada vez que me acuerdo de las mudanzas, prefiero ni pensarlo)
¿Qué es, qué significa eso que llamamos “casa” y por qué tiene esa relevancia tan grande para nosotros?
¿Es el espacio?
¿Son los objetos, los muebles, las fotos?
¿Son los recuerdos, las experiencias vividas?
¿Son los aromas?
¿Y es lo mismo si se trata de una sola cosa o de mil?
¿Por qué podríamos estar de acuerdo mi madre y yo, en apariencia tan distintos?
Lo que a mi madre y a mí nos une es el “sentimiento de hogar”, el “sentimiento de familiaridad” entendido como confianza y seguridad. El sentimiento de que “en ese lugar, en ese espacio”, puedo relajarme, puedo ser yo y actuar como quiera, sin tener que pedir permiso a nadie, porque es mi casa.
Bien, pues igual que nos pasa con el/los espacios que consideramos nuestros hogares, también nos pasa en otros niveles e instancias.
Por ejemplo, puede pasarnos con nuestro trabajo, con nuestra pareja, con ciertos hábitos o aficiones. Puede pasarnos (y nos pasa) con nuestra forma de pensar, con nuestra personalidad, con nuestras opiniones e incluso con nuestras adicciones.
Si te fijas, les dedicamos horas, las repetimos, las alimentamos y sobre todo, las identificamos como parte nuestra. Y no importa si me gusta o no, si me complica o no, si me enfada o no. Lo importante es que no me deja indiferente. Lo importante es que quien soy, que responde a cómo me veo, cómo pienso y cómo actúo, siempre está relacionado con estos elementos que me caracterizan.
Son parte de mi mapa vital, de mi espacio vital, de mi realidad vital y cotidiana.
Y aquí viene el problema y una de las más grandes barreras en la transformación personal:
Transformarnos significa dejar se ser quien hemos sido hasta ese momento y abandonar “el hogar”, lo conocido, lo familiar, lo que nos da seguridad. Tiene nuestro olor, todos nuestros recuerdos están ahí, todas nuestras experiencias… Pueden ser dolorosas y complejas, pero son nuestras, las “cicatrices” que me ayudan a reconstruir mi historia.
Las personas suelen decirnos, “es que no sé cómo hacerlo”. Sin embargo, detrás suele esconderse “no puedo hacerlo, no puedo abandonar-me, soltar quien soy”. El miedo a ser nada, a ser nadie, el miedo que sería lo opuesto a lo conocido, lo familiar, la famosa zona de confort (como en casa, en ningún sitio).
Por tanto, deberías preguntarte:
¿Mi dolor, mi problema, lo que me angustia es suficiente como para aprender a dejar ir quien creo que soy?
¿Mi dolor, mi problema, lo que me angustia es más fuerte que mi miedo?
Estas son algunas de las preguntas, entre muchas otras, que hacemos y trabajamos en el Programa de Educación Vital que abriremos en un tiempo más. Estas son las preguntas que te haremos, porque no todas las personas tienen esa claridad, aunque crean que sí.
Mientras tanto, te recomendamos que las respondas y seas muy muy honest@ contigo mism@.
Y ya sabes, si quieres ser de los primeros a quienes avisemos, solo tienes que sumarte a la lista para que te enviemos información específica, cuando abramos las puertas del Programa de Educación Vital.